miércoles, 26 de febrero de 2014

El problema de los "cómo no..." y los "y si..."



Hace tiempo que no escribo una entrada/desahogo, con mis dudas y mis reflexiones en voz alta y desde hace unos días tengo una que no para de rondarme la cabeza.  Se trata del problema de los "cómo no..":

  • Cómo no voy a tratarle si es tan joven.
  • Cómo no voy a ofrecerle esa pequeña posibilidad que tiene si nadie más le ha ofrecido nada.
  • Cómo no voy a tratarle si le han dicho que mi tratamiento puede ser la "panacea" que resuelva todos sus males (por improbable, por no decir imposible, que éso sea en algunos casos que vienen confiados en que nosotros seremos los que le curaremos).
  • Cómo no voy a darle esa oportunidad que me está pidiendo a gritos.
  • Cómo no voy a intentarlo por difícil que me parezca y por riesgos de efectos secundarios que tenga si el paciente los asume y haría lo que fuera por intentarlo, por saber que ha agotado todos sus cartuchos y luchado hasta el final.

Que siempre van seguidos de un "y si...":

  • Y si le trato y va bien, ¡incluso se cura!
  • Y si, por el contrario, le trato y va mal, se complica y no consigo nada positivo más allá de la toxicidad asociada, pararlo antes de tiempo... 
  • Y si, incluso, lo único que consigo es empeorarle la calidad de vida.
  • Y si digo que no, le explico todo orientando al no (es decir, recalco más los efectos secundarios posibles y me muestro más reacia al tratamiento), el paciente acaba prefiriendo dejarlo como está y realmente podría encontrarse entre quienes habrían ido bien, entre esos casos complicados que, hasta o se curan o al menos consiguen tener una larga supervivencia con una buena calidad de vida.
  • Y si simplemente asumo lo que me dice quien me lo deriva, que está convencido de que la radioterapia es "La Opción" y, tras explicarle los efectos secundarios y el tratamiento por encima, sin plantear todas las posibilidades ni dedicar más tiempo del necesario, trato al paciente y " que sea lo que Dios quiera, aquí paz y después gloria". Yo hago lo correcto, el paciente lo acepta y ni comeduras de coco,  ni dudas, ni malos ratos, ni reflexiones de más en casa que no me llevan a más que agobiarme. Pero esta opción a día de hoy sólo me la planteo cuando lo paso mal y, ni aún así, consigo hacerla. Realmente espero no hacerla nunca, aunque también me planteo que el cuerpo tiene un límite y pasarlo mal o agobiarse mucho al final no se puede llevar por tu propia salud.

Últimamente me estoy teniendo estas dudas con algunos de mis pacientes que, como digo, son complicados. Hay veces que, si existen dos posibilidades de tratamiento, como es lógico, elijo la menos tóxica, más llevadera y, si puede ser, más cómoda (lo cual, teniendo que ir al servicio de radioterapia cada día de tratamiento, aunque sólo sean 10 - 15 minutos al día, procuro que sea lo más corta posible). Otras esa opción no existe y, si decido tratar le doy una dosis alta y a un fraccionamiento convencional (con un tratamiento más largo), porque si se trata tiene que tratarse así o si no no conseguiré absolutamente nada. Por ejemplo: si decido reirradiar a un paciente tratado con anterioridad, que no responde a la quimioterapia, es inoperable y en esa zona no recibió una dosis considerada "radical" (curativa) en su día, le doy la dosis radical que necesitaría para curarse y me permiten los órganos de riesgo que están alrededor (y también recibieron radioterapia con anterioridad).

Pero, como me planteaba antes, hay veces que, tras valorar todos los pros y los contras con el paciente, decidimos intentarlo siendo optimistas y luchadores y acaba yendo mal, con algún efecto secundario importante, un mal resultado y el subsiguiente "¿Y si no le hubiera tratado? Ahora, seguramente, estaría mejor, ¿por qué lo hice?" acompañado de un gran sentimiento de culpabilidad. Porque claro que hay veces que es mejor valorar las opciones de forma conjunta y decidir que lo mejor es no hacer nada. Pero, si son jóvenes, luchadores... si quieren intentar lo que sea... ¿quién soy yo para quitarles esa pequeña esperanza que tienen?

¡Uf! A día de hoy no tengo las respuestas para todas estas cuestiones y no puedo evitar preguntarme si lo estaré haciendo bien. Imagino que la experiencia es un grado y acabará siendo la que me ayude a decidir de la forma más natural posible, pero ese momento de decir a una persona joven y luchadora que no merece la pena intentarlo, ¿llegará? y más aún, ¿quiero que llegue?. Porque yo no puedo dejar de pensar que: y si sale bien, ¿por qué no puede ser así?


5 comentarios:

  1. Gracias por dejar tus reflexiones en voz alta (bueno, por escrito), que prácticamente podrían haber sido las mías. Un abrazo.

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    1. Gracias a ti!!! Me alegro que esas preguntas nos las hagamos más :).
      Un abrazo enorme y saludos de vuelta!!! (me lo dijo Rosa esta mañana) Muaks!

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  2. Qué buen post.
    En este tiempo de guías clínicas y protocolos consensuados (tan necesarios) viene bien tu reflexión porque nos recuerda que la práctica de la medicina es un arte. No todo está en los libros, ni en los artículos.
    Un médico no puede basar su quehacer solo con la experiencia porque entonces sería un curandero (que diría nuestro ilustre compatriota del siglo XIX José Celestino Mutis) pero no cabe duda que el conocimiento científico se modula con la experiencia del médico desarrollada con los años de trabajo. Las dudas sobre lo que hacer con un enfermo deberían ser obligatorias, y luego tras sopesar pros y contras, decidir
    Yo, que ya atesoro un buen puñado de años como médico, no me he vuelto ni más conservador ni más lanzado con el paso del tiempo.
    Ahora que cuento con más elementos de juicio, las dudas que siempre me asaltan, las resuelvo con más seguridad. Cuando me decido es porque pienso (todo lo objetivamente que puedo) que he tomado la mejor decisión.
    No dejo de tener dudas y sigo necesitando contrastar los casos con los compañeros en sesión clínica y no pocas veces vía email con otros colegas (bendito internet)
    Siempre tendrás casos difíciles y si no es que algo no estás haciendo bien.

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    1. Muchísimas gracias por pasarte por aquí y decirme que todo ésto es algo normal, humano y comprensible... no sé cómo iré siendo con el paso del tiempo, sólo confío hacerlo lo mejor que me sea posible...

      Un abrazo enorme!!!!

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  3. Y si... hablo con franqueza con el paciente, comparto el pronóstico más probable y exploro sus valores, sus temores y sus expectativas? ¿Es consciente de la gravedad de su enfermedad? ¿No desea saber o nadie se ha sentado con él o con ella para hablar de lo que piensa (imagina, sospecha...) con calma? ¿Alguna vez ha pensado que la cosa vaya mal? Y si fuera así, ¿Qué le gustaría evitar? Si tuviera que elegir ¿Prefiere calidad o cantidad de vida?
    La incertidumbre es la salsa de la vida, pero en la enfermedad puede ser una carga demasiado pesada, tanto para el enfermo, como para el médico. Es mejor compartirla, mirar para otro lado parece menos doloroso, pero creo que no lo es (peor será la caída). Desgraciadamente, muchas veces, otros no hicieron su trabajo y es demasiado tarde para empezar por el principio: informar para deliberar sobre las opciones clínicas, tomando la decisión más prudente.
    ¡Enhorabuena por el blog!

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