Aprovechando que hoy es el "Maratón blog 20F por la visibilidad de los cuidados de Enfermería en http://www.cuidando.es/ " quería aportar mi pequeño granito de arena contando una experiencia que tuve hace poco.
El jueves pasado, en mi última guardia, tuve que enfrentarme a un paciente agitado, desorientado pero, ante todo, agresivo, y admito que lo pasé mal, muy mal. Se trataba de un hombre mayor, de constitución fuerte, que estaba en la urgencia desde el día anterior y, aunque ya le habíamos ingresado, todavía no tenía una cama en la planta. Presentaba dolores mal controlados por lo que se le había subido la dosis de opiodes.
Por la mañana, debido a la subida, había estado somnoliento, muy tranquilo... Le bajamos la dosis y, al mediodía, cuando se "despertó" y se encontró ingresado, en un sitio que no conocía, rodeado de gente que no conocía... se desorientó y agitó. Eso es algo muy común en pacientes mayores que son ingresados y pasa fundamentalmente por la noche, cuando después del "primer sueño" se despiertan en una habitación, en una cama, que no son las suyas, a oscuras... En este caso era de día, concretamente eran las 16h cuando me llamó la enfermera solicitando mi ayuda.
Cuando llegué lo encontré despotricando contra todos, con la bolsa de sangre que acabábamos de transfundirle en una mano, la bolsa de nefrostomía en otra y el oxígeno quitado. El diálogo con él era prácticamente imposible y no se dejaba hacer nada. Si bien lo de la nefrostomía y el peligro que corría su vía si tiraba demasiado de la bolsa de sangre (ya vacía) me asustaba (sobre todo por él, perder una nefrostomía es una faena, pero tiene solución), lo que más me preocupaba era el tema del oxígeno. Tenía una infección respiratoria y lo necesitaba.
Le insistí en que si no se dejaba pinchar (queríamos tranquilizarle para que no se hiciera daño), le entendía (en ese estado normal que piense que le estamos poniendo cualquier cosa y no se fíe), pero necesitaba el oxígeno para no fatigarse. Me sentía como si estuviera hablando con una pared, se negaba a escucharme, no me hacía ni caso. Por suerte, su saturación mejoró y el oxígeno no fue estrictamente necesario (aunque no le venía mal). Se lo pedí por favor varias veces y él nada, no paraba de ponerme en duda, de decirme que o venía su hijo o no se dejaba tocar. La enfermera le llamó pero, como es normal, no llegó de inmediato, tenía que venir desde el trabajo y eso llevaba su tiempo.
Lo pasé mal porque, aún a sabiendas de que ese no era mi paciente sino una persona agitada, desorientada... no quería recurrir a seguridad para que le agarraran mientras la enfermera le pinchaba un tranquilizante en contra de su voluntad. En fin, tuve que aguantar malas palabras, malas caras... Me hizo sentir muy mal, pero, por suerte, no se hizo daño, no nos hizo daño y por fin llegó su hijo que habló con él y consiguió que le pusiéramos toda la medicación que precisaba.
Por la mañana, debido a la subida, había estado somnoliento, muy tranquilo... Le bajamos la dosis y, al mediodía, cuando se "despertó" y se encontró ingresado, en un sitio que no conocía, rodeado de gente que no conocía... se desorientó y agitó. Eso es algo muy común en pacientes mayores que son ingresados y pasa fundamentalmente por la noche, cuando después del "primer sueño" se despiertan en una habitación, en una cama, que no son las suyas, a oscuras... En este caso era de día, concretamente eran las 16h cuando me llamó la enfermera solicitando mi ayuda.
Cuando llegué lo encontré despotricando contra todos, con la bolsa de sangre que acabábamos de transfundirle en una mano, la bolsa de nefrostomía en otra y el oxígeno quitado. El diálogo con él era prácticamente imposible y no se dejaba hacer nada. Si bien lo de la nefrostomía y el peligro que corría su vía si tiraba demasiado de la bolsa de sangre (ya vacía) me asustaba (sobre todo por él, perder una nefrostomía es una faena, pero tiene solución), lo que más me preocupaba era el tema del oxígeno. Tenía una infección respiratoria y lo necesitaba.
Le insistí en que si no se dejaba pinchar (queríamos tranquilizarle para que no se hiciera daño), le entendía (en ese estado normal que piense que le estamos poniendo cualquier cosa y no se fíe), pero necesitaba el oxígeno para no fatigarse. Me sentía como si estuviera hablando con una pared, se negaba a escucharme, no me hacía ni caso. Por suerte, su saturación mejoró y el oxígeno no fue estrictamente necesario (aunque no le venía mal). Se lo pedí por favor varias veces y él nada, no paraba de ponerme en duda, de decirme que o venía su hijo o no se dejaba tocar. La enfermera le llamó pero, como es normal, no llegó de inmediato, tenía que venir desde el trabajo y eso llevaba su tiempo.
Lo pasé mal porque, aún a sabiendas de que ese no era mi paciente sino una persona agitada, desorientada... no quería recurrir a seguridad para que le agarraran mientras la enfermera le pinchaba un tranquilizante en contra de su voluntad. En fin, tuve que aguantar malas palabras, malas caras... Me hizo sentir muy mal, pero, por suerte, no se hizo daño, no nos hizo daño y por fin llegó su hijo que habló con él y consiguió que le pusiéramos toda la medicación que precisaba.
Estoy en cuarto de residencia y esta ha sido la primera vez que me ha tocado enfrentarme a algo así. A pesar de ser algo común en la planta, cuando pasa ahí , el paciente ya tiene medicación prescrita, las enfermeras y los sanitarios están acostumbrados a manejar la situación y son pocas las veces que precisan la ayuda del médico. Sólo nos llaman cuando no queda otra y, aún así, para cuando llegamos solemos encontrarnos con que el paciente está mucho más tranquilo y es hablar con nosotros un rato para terminar de tranquilizarse.
De siempre he valorado mucho el papel de las enfermeras, son tantas las veces que nos sacan de aprietos... Más que nada, nos ahorran tantas cosas... Por poner un ejemplo, cuando estamos de guardia nos ahorran subidas a la planta para ver a pacientes que pueden pasar sin que les vea el médico. Subidas que, cuando son las tantas de la madrugada y llevamos muchas horas de guardia encima, o cuando llevamos menos horas pero estamos liados en la urgencia, se agradecen muchísimo.
Admiro su trabajo y considero que son un pilar fundamental en nuestro día a día como médicos. Personalmente, son muchas las veces en las que su opinión y experiencia me han ayudado a hacer mejor las cosas y por eso les agradezco tanto su papel. Lidian con situaciones que nos ahorran mucho trabajo y, si bien es cierto que ésto lo sabía antes de que me pasara lo del otro día, esa experiencia me hizo valorar aún más, si cabe, su labor. ¡¡¡Gracias!!!
Hola Tere, muchas gracias por unirte a la iniciativa, y por tus palabras hacia nuestra profesión. Un besote
ResponderEliminarDe nada!!! Es como lo siento!!!! Un besote!!!!
ResponderEliminarGracias por tu post! Se agradece mucho tu sinceridad. Ojalá a muchos no les costara tanto expresarse y reconocieran las cosas como tu lo has hecho.
ResponderEliminarUn abrazo!
Jesús, de nada! Gracias a vosotros, hacéis mucho!!!!
ResponderEliminarUn abrazo enorme!!!!
Muchas gracias Tere por felicitarnos en nuestro día y acordarte de nosotr@s!!
ResponderEliminarUn beso!
Lo dicho, nada que agradecer, os lo merecéis!!! :***
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