Persiguiendo sueños

Pasados dos días con entradas especiales es hora de retomar los artículos sobre temas interesantes sobre el cáncer y su tratamiento como éste de ELPAIS.com: 

Tratar cada tumor como una enfermedad única

Los avances tecnológicos están acercando a la realidad el sueño que va más allá de tratar el cáncer como proceso y que aspira a tratar con eficacia el cáncer de cada paciente, como una enfermedad única y distinta. 

La elaboración de un atlas de genes para cada enfermedad permitirá comprender mejor sus raíces, descifrar su código y encontrar fármacos dirigidos a cada anomalía.

Parece que cada vez estamos más cerca de ese sueño de poder tratar cada cáncer como algo único, usando lo que mejor le va, alejándonos de los tratamientos estándar que no siempre funcionan o lo hacen causando una toxicidad que a veces obliga a parar el tratamiento por ser intolerable. Pero como bien dicen, no será fácil (hará falta dedicación, integración de equipos de diversas disciplinas, cooperación entre la ciencia básica y la clínica, visión de futuro...)  y, aunque cada vez estamos más cerca, todavía queda mucho.

Walt Disney decía: "Si lo puedes soñar, lo puedes lograr." Yo no creo que sea así siempre, tiendo a ser más escéptica en este sentido, pero es cierto que hay veces que cosas como ésta te hacen creer que tiene razón.

Eso sí, mientras seguimos construyendo nuestro futuro intentando que sueños como éste se hagan realidad, no podemos dejar de lado lo demás. Sé que lo que acabo de decir es obvio, pero creo que es algo que no podemos olvidar.

Habrá veces que la enfermedad nos dará el margen suficiente para esperar un poco a que salga algún tratamiento que sabemos está próximo y tiene unos resultados prometedores. Pero este margen no existe casi nunca y tenemos que seguir tratando a nuestros pacientes con lo mejor que tengamos en nuestras manos. Asumiendo que, si no podemos darles lo mejor, tendremos que derivarlos a otro centro donde sí que puedan hacerlo y, si esa derivación no es posible, tendremos que hacer todo lo que podamos por ofrecerles el mejor tratamiento y atención.

Porque no todo son los nuevos fármacos, las nuevas tecnologías, las nuevas pruebas... también hay una parte muy importante que no podemos olvidar nunca y es la parte humana, el trato, la amabilidad, el saber escuchar, atender... Esa que tanto hace aunque sean muchos los que parece que no se lo creen por cómo tratan a veces a sus pacientes.

Y, aunque me vaya del tema inicial, hoy no puedo dejar de citar la siguiente entrada de Santiago en Complicaciones, las justas:   Sí, tengo cáncer, ¿qué pasa? Una entrada dura, pero real, que acaba de la siguiente manera:

"De modo que lo de prevención esta muy bien. Y lo de tener un buen padrino, también. Suerte a todos los que ahora están con sus ciclos citostáticos. Jamás me olvido de vosotros. Os deseo suerte, suerte y mucha suerte, porque la prevención por nuestra parte –solamente- no vale de nada si no se activan con rapidez todos los mecanismos de actuación posteriores."

Si le leéis veréis las razones y el porqué de sus palabras. Es un punto de vista como otros tantos, pero que no debemos olvidar. La investigación, la prevención... sirven, claro que sí, pero sin dejar de lado la realidad que vemos cada día, donde pasan cosas como las que nos cuenta Santiago que pueden llegar a acabar mal. A veces porque el paciente llega tarde pero otras muchas porque llega y no sabemos qué pasa hasta que es demasiado tarde.

Y una cosa tengo clara, se podrá llegar a individualizar el tratamiento y a evitar que muchos lleguen a padecer cáncer gracias a la prevención, pero la gente que llega con un cáncer avanzado o con un cáncer no avanzado pero que no acabamos de diagnosticar seguirá existiendo, no me cabe ningún tipo de duda, y no podemos olvidarlo.

Todos tenemos claro cual es nuestro sueño pero, al igual que las estrellas, nuestro sueño está rodeado de otros tantos. Unos están más cerca de cumplirse y otros más lejos, pero todos tienen el mismo derecho a hacerse realidad y no podemos impedir que otros lo consigan por obcecarnos con el nuestro, sin ver más allá de nuestras propias narices.