Fragmento de "Instrucciones para salvar el mundo" de Rosa Montero.
"Sé que a veces la vida aprieta tanto que no te deja sitio para respirar. Y entonces bebo. Y los pulmones respiran alcohol, en vez de oxígeno. Pero no era de eso de lo que te iba a hablar, porque sé que a ti no te gusta demasiado la bebida. Hay otros trucos contra la desesperación, y todos pasan por salir de uno mismo. Del agujero de la propia pena. Beber también te saca de ti mismo porque te anestesia. Es como el enfermo que está anestesiado en un quirófano: pueden cortarle la pierna y no se entera, porque de algún modo no está ahí. Pero ya hemos quedado en que tú no eres partidario del alcohol. Bueno, hay otras maneras de salir de uno mismo, como, por ejemplo, pensar en lo infinitamente grande... ¿Qué es un dolor de hoy, de este minuto, de esta hora, de este día, incluso de toda tu pequeñísima vida, comparado con los 4500 millones de años que lleva existiendo la Tierra? Pero todavía funciona mejor pensar en lo muy pequeño. Por ejemplo, en los átomos. Ya sabes que todo lo que existe en el universo está compuesto de átomos. Están por todas partes. Están en el aire transparente, en las piedras rugosas, en nuestra carne blanda. Y hay tantos, tantísimos átomos en el universo que su número resulta inimaginable. Son cifras inhumanas que no caben en la cabeza. Los átomos se agrupan en moléculas; dos o más átomos unidos de manera más o menos estable forman una molécula. Y para que te hagas una idea, te diré que en un centímetro cúbico de aire, que es lo que abulta uno de esos dados con los que están jugando en esa mesa tus amigos taxistas, en un dado de esos de aire, digo, hay unos 45000 millones de millones de moléculas. Ahora mira alrededor e intenta imaginar la exorbitante cantidad de átomos que hay por todas partes. Por añadidura, los átomos, además de ser muchísimos, son prácticamente eternos. Duran y duran un tiempo incalculable. De manera que esa cosa tan minúscula es inmensa en número y en persistencia. Los átomos se pasan sus larguísimas vidas moviéndose de acá para allá y haciendo y deshaciendo moléculas. Sin duda, parte de los átomos que hay en nuestro cuerpo proviene del corazón candente de algún sol lejano. Ya sabes, somos polvo de estrellas. Y no sólo eso: etadísticamente es más que probable que tengamos millones de átomos de cualquiera de los personajes históricos que puedas nombrar. Mil millones de átomos de Cervantes. Y de Madame Curie. Mil millones de Platón y otros mil millones de Cleopatra. Los átomos tardan cierto tiempo en reciclarse, o sea que tienen que pasar bastantes décadas de la muerte de alguien para que sus átomos consigan volver a entrar en circuito; pero se puede decir que todos los seres humanos que ha habido en la Tierra viven en mí, y que yo viviré en todos los que vendrán en el futuro. Y en un tallo de hierba quemado por el sol o en el cuerpo acorazado de un escarabajo.
(...) Fue una pena que Cerebro no se atreviese a hablar, fue una pena que la vieja se callara, porque a Matías le habría supuesto un gran consuelo enterarse de que, en algún momento del futuro, sus propios átomos y los átomos de Rita volverían a estar unidos en algún cuerpo..."