El otro día me dio por pensar en el límite del tratar para curar y el tratar para curar al precio que sea... No sé si me explico. Me refiero cuando se trata y se hace todo lo posible para que no sólo quitemos la enfermedad sino que la quitemos y evitemos que recidive a nivel local y a distancia a pesar de la dureza de los tratamientos, de los efectos secundarios y la toxicidad que pueda ir asociada a ellos.
Para que me entendáis, cuando se habla de tratamiento del cáncer radicales (con intención curativa) en muchas ocasiones son tratamientos combinados. Normalmente cuando la cirugía va incluída en ellos la quimioterapia y la radioterapia pueden ser:
- Neoadyuvantes: Antes de la cirugía.
- Adyuvantes: Después de la cirugía.
El caso es que, a veces, cuando se trata de tumores muy agresivos, sometemos a los pacientes a tratamientos que también son muy agresivos. Grandes cirugías seguidas de tratamientos con quimioterapia y radioterapia muy duros. Tanto que a veces no se aguantan o precisan muchos ingresos e idas y venidas a la urgencia por mala tolerancia y efectos secundarios de los mismos.
Es obvio que cuando se dan tratamientos tan fuertes se hace siempre pensando en que es lo mejor para el paciente, intentando que se cure y lo haga por mucho tiempo. Eso es así pero, a veces, cuando lo llevan peor de lo esperado, uno se plantea si habrá hecho bien metiendo al paciente en un tratamiento tan duro... Normalmente sólo son baches y acaban recuperándose pero cuando no es así se pasa fatal...
De tal manera que tengo claro que cuando es necesario y se trata de pacientes con un buen Índice de Karnofsky, un buen ECOG o, lo que es lo mismo, un buen estado general, con una esperanza de vida de años, les metamos en el tratamiento más fuerte, aunque puedan pasarlo un poco mal.
El cáncer es una enfermedad dura y, como es de esperar, conlleva tratamientos duros y difíciles pero todo se hace con la intencion de curar algo que, si no es así, acaba con nosotros precipitadamente. El problema está cuando hablamos de pacientes mayores que no tienen un estado general tan bueno, con mucha comorbilidad asociada, en los que un tratamiento tan agresivo puede que no compense tanto. Es entonces cuando me pregunto, ¿dónde está el límite?
Hasta hace dos meses sólo era una residente de Oncología Radioterápica que trataba pacientes supervisada por mis adjuntos y, aunque tenía mucha libertad y gracias a ellos me he ido creando mi propio ojo clínico, siempre, a cualquier duda, les consultaba y me quedaba más tranquila. Era mi opinión pero confirmada por ellos y eso, lo creáis o no, da mucha tranquilidad. Además veía muchos pacientes con tratamientos paliativos y sólo alguno radical y, como es lógico, ahora todo ha cambiado, ahora es al revés.
Además me encuentro con que soy yo la adjunta, la médico responsable de esos pacientes y, aunque tengo unos compañeros que me ayudan mucho, son mis pacientes. Acabo de empezar y no me ha dado tiempo a tratar a muchos, pero sí que he visto varios que, si no han empezado ya, están a punto de hacerlo y... tengo de todo, algunos que veo fuertes, que aguantarán todo sin problemas y otros con los que tengo mis dudas. Estaré encima de ellos, les seguiré durante el tratamiento y haré todo lo que esté en mis manos porque lo lleven bien pero... ¿y si no es así? Cuando lo pienso se me pone un nudo en el estómago. Tengo claro que si en algún momento, con algún paciente veo necesario parar el tratamiento (temporal o definitivamente), lo haré, pero ese nudo sigue ahí por si lo hago mal o por si soy la culpable de que lo pasen mal... Y eso ahora, porque si ya pienso en las revisiones futuras y las posibles recidivas... ufffff!!!
Así que, aunque me gusta mucho lo que hago, ahora tengo muchísimas dudas. ¿Elegí bien mi especialidad? ¿Lo haré bien? ¿Sabré dónde está el límite? ¿Cuando vayan mal las cosas sabré asumir que eso puede pasar?...
En fin, supongo que ésto sólo el tiempo me lo dirá.
"Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar."
Bertrand Russell
Hermana duda, Jorge Drexler